Dr. Franco jugó un partido bárbaro desde lo táctico y liquidó el juego con un 3-0 en los primeros minutos del segundo tiempo pero se conformó, o mejor dicho se dejó llevar por el inexpresivo equipo romano y terminó recibiendo tres goles en diez minutos que decretaron un empate con sabor a derrota.
Con la siempre disposición y precisión de Pablo González y la peligrosidad y contundencia de Arnaldo De Leo, Dr. Franco se hizo dueño del partido y aprovechó las desinteligencias romanas sobre todo en la mitad de cancha.
Así, abrió el marcador y así sacó ventajas en los primeros instantes del complemento para encaminarse a una victoria clave en la lucha por meterse entre los cinco de arriba y pelear por volver rápido a Primera.
Consumada la diferencia clara y justa en el marcador, se limitó a rodear con doble marca a Castro para impedir el armado de juego del hombre más peligroso de los ranchistas y no pasar sobresaltos. Realizada correctamente desde el inicio mismo del partido, la labor de anular al goleador del torneo, le duró sólo durante los primeros cuarenta de juego.
Con el resultado en contra y la necesidad imperiosa de descontar, Rancho apostó a un tridente en ataque que terminó por darle un punto pero podría haberlo condenado si los rojos hubiesen estado más finos para los contraataques. Castro se liberó de su marca tirándose atrás y la cosa cambió bastante.
Primero fue Bochatay de cabeza ante un centro desde la derecha y después, el Cabezón Castro con un golazo que se incrustó en el ángulo y otro disparo desde lejos que se escurrió en la red fueron los encargados de gritar fuerte un empate que parecía inalcanzable.
Sobre el final, hubo algunas jugadas que pudieron haber inclinado la balanza para cualquier de los dos bandos pero la más clara estuvo en los pies de Adrián Crespi que terminó dilapidando un ataque favorable sobre el cierre mismo del cotejo.
Premio para Rancho por no bajar los brazos y castigo injusto para Dr. Franco que no pudo cerrar el partido.
Con la siempre disposición y precisión de Pablo González y la peligrosidad y contundencia de Arnaldo De Leo, Dr. Franco se hizo dueño del partido y aprovechó las desinteligencias romanas sobre todo en la mitad de cancha.
Así, abrió el marcador y así sacó ventajas en los primeros instantes del complemento para encaminarse a una victoria clave en la lucha por meterse entre los cinco de arriba y pelear por volver rápido a Primera.
Consumada la diferencia clara y justa en el marcador, se limitó a rodear con doble marca a Castro para impedir el armado de juego del hombre más peligroso de los ranchistas y no pasar sobresaltos. Realizada correctamente desde el inicio mismo del partido, la labor de anular al goleador del torneo, le duró sólo durante los primeros cuarenta de juego.
Con el resultado en contra y la necesidad imperiosa de descontar, Rancho apostó a un tridente en ataque que terminó por darle un punto pero podría haberlo condenado si los rojos hubiesen estado más finos para los contraataques. Castro se liberó de su marca tirándose atrás y la cosa cambió bastante.
Primero fue Bochatay de cabeza ante un centro desde la derecha y después, el Cabezón Castro con un golazo que se incrustó en el ángulo y otro disparo desde lejos que se escurrió en la red fueron los encargados de gritar fuerte un empate que parecía inalcanzable.
Sobre el final, hubo algunas jugadas que pudieron haber inclinado la balanza para cualquier de los dos bandos pero la más clara estuvo en los pies de Adrián Crespi que terminó dilapidando un ataque favorable sobre el cierre mismo del cotejo.
Premio para Rancho por no bajar los brazos y castigo injusto para Dr. Franco que no pudo cerrar el partido.